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Como dice Alfonso Oroz, en su artículo Sexo, genética y género:
 
Resulta difícil exagerar la importancia crítica del lenguaje. Por el mero hecho de elegir determinadas palabras, revelamos nuestros conceptos ocultos acerca de la sociedad, y nuestra propia interpretación de la misma. Si cada persona tuviera conciencia de dicho proceso, en definitiva, si nos interrogáramos acerca de las pautas que subyacen en el fondo de nuestras palabras, podríamos encontrar soluciones creativas al problema de unos usos lingüísticos que, o bien ocultan la información sobre las vidas de las mujeres, o la enmascaran con connotaciones inadecuadas.
 
Este artículo quiere sensibilizarnos sobre el uso del lenguaje, reflexiona sobre la traducción y diferencia de sexo/género, y da algunos ejemplos de banalizaciones que se producen al hablar de casos concretos, pero no aporta soluciones, más bien nos anima a encontrarlas nosotros mismo/as…Ups, ahí esta! ;)
 
Me pregunta un amigo sensible a la problemática si conozco algún manual de estilo que proponga soluciones al tema del masculino y el femenino en el lenguaje… El debate está ahí, ¿cambiar el uso del lenguaje para que sea igualitario? ¿Cómo? Desde las instituciones se promueven informes, como el de la OMS, titulado: «Utilización de un lenguaje neutral en cuanto al género en el Reglamento Interior del Consejo Ejecutivo». Feministas que defiendan la diferencia se sentirían insatisfechas con una «neutralización» del lenguaje, porque invisibiliza la diferencia sexual. Así, las isntituciones se ven obligadas a justificar la designación de cargos en masculino en sus informes:
5. En el caso de la UNESCO, se ha insertado al comienzo de su manual de textos fundamentales, una nota que dice lo siguiente:

 

Cualesquiera que sean los términos utilizados en los textos de la presente recopilación para la designación de los cargos u otros cometidos o funciones, huelga decir que éstos podrán ser desempeñados indistintamente por hombres o por mujeres.

 

 

Puedes leer la noticia «Por un lenguaje sin género» (por Marta San Miguel) sobre una guía editada por el gobierno para evitar el lenguaje sexista. La gúia propone cambios como «estar capacitado» por «ser capaz», «los funcionarios» por «el funcionariado», «todos» por «la totalidad». La promotora del informe, Isabel Méndez, defiende que hay que cambiar el lenguaje porque este es el vivo reflejo de la sociedad. Pero la periodista Marta San Miguel nos recuerda que algunos especialistas creen que se pierde la riqueza del castellano con estas modificaciones. Y es que en estos casos es paradógico que tengamos que encorsetar el lenguaje para hacer de él una imagen satisfactoria de nuestra sociedad.
 
El problema sigue ahí. Ya no nos sirve que el masculino englobe al femenino, no nos vale la teoría de economía del lenguaje, pero entonces se nos complica mucho el habla y la escritura. Encontramos artículos que traten el tema pero son propuestas parciales de usos en casos determinados.
 
Podría ser de ayuda «Lenguaje no sexista».
 
De todas formas no es fácil. Claudia Vicenti usa la barra y la arroba en el siguiente fragmento del artículo «Socialización, Lenguaje y Educación: una mirada desde el enfoque de género»:

   

El presente artículo contiene reflexiones de un par de autores/as respecto de la importancia del lenguaje en la socialización a través de la educación, desde la perspectiva de género. Estas nociones, poco difundidas, son ignoradas en el ejercicio cotidiano tanto de docentes como de estudiantes. Espero que este análisis teórico, ofrecido como compendio de ideas de est@s estudios@s, nos lleven al cuestionamiento y debate de algunas prácticas discriminatorias, las cuales pasan inadvertidas en nuestras labores habituales, y por esta causa resultan tan difíciles de erradicar.
 
A mí la barra y la arroba no me convencen, me parece forzado y molesto visualmente, pero no encuentro otras soluciones. Existen dos tendencias en el uso escrito del lenguaje: nombrar el femenino y el masculino (alumnas y alumnos, por ejemplo) en el caso de sustantivos, y remplazar los genéricos androcéntricos por formas neutras, como «ser humano», en lugar de «hombre», o «la juventud» en lugar de «los jóvenes». Pero claro, en el lenguaje coloquial es otro asunto.
 
Claudio Wagner, profesor de la Universidad Austral de Chile hace algunas reflexiones que nos interesan en el artículo «Lenguaje y género» (Revista Electrónica: Documentos Lingüísticos y Literarios UACh, N26-27):
 
Las diferencias sociales, las discriminaciones de género específicamente no van a desaparecer, porque se pretenda terminar en la lengua con las expresiones que las delatan. Porque de esto se trata: las formas sexistas existen en un idioma, porque simplemente reflejan el sexismo existente en la comunidad que lo habla. Pensar lo contrario es asignarle un carácter mágico al lenguaje, y más de alguien podría maliciosamente pensar que tratando de forzar el cambio en la lengua se pretende escamotear el cambio social… el problema del idioma es meramente sintomático.
 
Bueno, pero entonces ¿por dónde comienza el cambio? ¿Qué hacemos con el síntoma? Claudio Wagner propone relajar la interpretación sexista del lenguaje:
 
Por otra parte, en relación con los genéricos androcéntricos, cuando se dice “El hombre únicamente es feliz cuando se realiza a sí mismo”, con la palabra hombre se incluye a “hombre” y “mujer”, porque no interesa hacer la distinción, como tampoco interesa hacerla con la palabra día cuando decimos: “Usted tiene tres días para entregar el informe”, que incluye a “día” y “noche”. En cambio, sí aparecerá la distinción de género cuando se quiere hacer la distinción: “No sólo el hombre debe tener acceso a los cargos directivos de una empresa”, donde no se puede negar que la palabra “hombre”, que está explícita, se opone a “mujer”, que no lo está. Y lo mismo ocurre con “El solsticio de invierno corresponde al día más corto del año”, donde “día” se opone a “noche”, que no se menciona. Desde el punto de vista semántico, el miembro no marcado o neutro de una oposición léxica, como día, por ejemplo, ofrece dos valores diferentes: el opositivo, cuando se contrapone a noche, y el no opositivo o genérico, cuando se suma a noche, es decir, cuando la oposición se neutraliza, lo cual naturalmente permite mayores posibilidades expresivas al usuario de la lengua. En este comportamiento sólo vemos un excelente mecanismo lingüístico (el de las oposiciones inclusivas, como diría Coseriu, propias de las lenguas, muy distintas de las oposiciones exclusivas de las terminologías y las ciencias) y por ninguna parte una discriminación sexual. ¿Si en la oposición día / noche no existe, por qué hay que verla en la oposición hombre / mujer, donde el mecanismo opera exactamente igual?
 
¿Es equiparable el ejemplo dia-noche con hombre-mujer? Me divierte mucho este juego, porque podría ponerme muy quisquillosa: Día-raciocinio-luz-verdad/ Noche-irracionalidad-oculto-brujería. La equiparación la ha sugerido él hablando del «punto de vista semántico». Volvemos a la mitología eterna de lo femenino-la noche-lo siniestro-lomágico y lo masculino-el día-la razón… Seguro que la flexibilidad en el género «permite mayores posibilidades expresivas al uso de la lengua», pero no soluciona el problema de la sensación de exclusión de las mujeres en el uso de la expresión «el hombre» para aludir a la humanidad. ¿La oposición inclusiva hombre-mujer es viable cuando somos conscientes de la exclusión histórica de los campos masculinos que hemos sufrido las mujeres? Esto es como decir: «ya sé que has sido excluida de los derechos y posibilidades que han gozado los hombres, pero ¿por qué no te ibas a sentir incluida HOY en el término «hombre»? Pues porque quizás una forma de reconocer los signos del pensamiento patriarcal sería cambiar el lenguaje, mientras cambiamos sistemas de representación, creencias, comportamientos… No creo que podamos ser flexibles. Tampoco creo que la solución sea encorsetar el lenguaje. Hablar y escribir no se ha de convertir en tarea imposible. Lo que está claro es que la neutralización no es una estrategia válida. ¿Entonces, introducimos cambios? ¿Cómo? No dejará de haber resistencia:
 
…a lo que ciertamente nadie tiene derecho, individual o colectivamente, es a pretender imponer sus propias innovaciones a los demás miembros de la comunidad idiomática. Así no funciona la lengua. Felizmente. No es con presión ni con imposiciones ni con decretos como ciertos usos son abandonados para ser remplazados por otros. El mecanismo es más natural y esencialmente democrático, porque yo puedo generar cuántos neologismos quiera, cuando y dondequiera, y aceptar o no aceptar los de los demás.
 
Ay, hablar de lo natural en el lenguaje… En fin, se cae por su proio peso! Lo natural en el lenguaje y en el derecho no deja de ser fruto de una serie de convenciones. «Lo natural» es sólo «lo tradicional».
 
Ya sé que sólo señalo dificultades y no acabo de pronunciarme por ninguna vía, pero como afirma Diana Maffia «el idioma español tiene un sesgo sexista particularmente fácil de detectar, pero difícil de erradicar. Por ello, no basta con neutralizar lo masculino a través de la sintaxis que no es menor porque “una mujer nunca sabe si está incluida o no cuando se habla en masculino. De ese sistemático desplazamiento, los varones se ven liberados”.
 
Puedes leer un artículo sobre el seminario sobre género y lenguaje sexista de la filósofa argentina Diana Maffia en «Las mujeres no hemos tenido la palabra«. Quiero terminar con una relfexión suya:
 
«El lenguaje es el medio en que nos humanizamos y en que nos incluimos en una cultura”.