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Femme Maison (mujer casa) Louise Bourgeois, 1946-7.
Proverbio asirio:
Una casa sin dueño es como una mujer sin esposo.
Una casa sin dueño… ¿una casa abandonada? ¿una casa sin amor?
Louise Bourgeois convierte el tronco y cabeza del cuerpo en una casa. Nuestros afectos (pecho) y pensamientos (cabeza) hacen el lugar que habitamos (casa). Si el lugar que habitamos (cuerpo- afectos, pensamientos) está culturalmente designado a ser poseído por otro, se dificulta la tarea de hacer de él un lugar propio. ¿Qué es una casa sin dueño? ¿Una casa en venta, una casa abandonada o una casa a ocupar? Cuando no es posible hacerse dueña de la propia casa, cuando no se comprende el derecho de las mujeres de ser dueñas de sí mismas, el cuerpo sin amo se convierte en carne de prostitución, abandono-deshecho o carne a usurpar-violar.
La dificultad para tomar la responsabilidad y el poder sobre el espacio propio…
Miguel Ángel. Adán y Eva, Capilla Sixtina, 1509- 1510 / Pipilotti Rist. Homo sapiens sapiens, 2005
Artículo completo en «Mujer, síntoma y cultura»
«Los medios técnicos crecientes representan una deseable uniformización de la humanidad fuera de las raíces, en un orden abstracto que permita la autogestión social. La sociedad tecnológica tiene relación directa con la represión de lo»irracional» y la disolución del Dos, la liquidación de la relación entre opuestos, del exterior íntimo que el otro sexo representa».
«La diferencia entre lo femenino y lo masculino (inclinaciones, morfología, sensibilidad, estilo), que ata el sexo a la génesis abrupta del amor, se difumina así en la rapidez de la actividad social, en las múltiples combinaciones estándar servidas por doquier. En este proceso estorba todo lo que sea una condición natal genérica, pues ésta dificulta la conversión del ser humano en un átomo hiperactivo, en un monoequipo sexual, unidad embalada y lista para el envío a la promiscuidad de la mercancía. Para insularizar al individuo y mantenerlo en el aislamiento consumista, ese circular»rechazo de la castración» que Lacan asocia con el discurso capitalista, es necesario separarlo antes de un erotismo que encarnaba en cada ser la experiencia genérica de los límites».
«Bajo este punto de vista, la mujer no es lo «contrario» del hombre, dentro de un par de sexos sencillamente opuestos, sino que flota en la soberana indefinición de aquello que no es simplemente humano, mejor dicho, antropocéntrico».